Tú compartes, María, el sufrimiento,
el pesar de sentirse abandonado,
el vacío de inmensa soledad,
la aridez del sendero del calvario.
El mismo azote rompe vuestra esencia
con calumnias, con ira, con tensión;
latigazo del odio irracional
por el orgullo roto con su voz.
La misma espina hiere vuestra mente,
arrancada del tallo de la envidia;
es el rencor punzante del hermano
por el amor que disteis sin medida.
La misma cuesta crece con la infamia
y lacera los pies en el camino;
es la oblación de vida y de trabajo
que rendisteis, en paz, al enemigo.
El mismo clavo rasga vuestros pulsos
con el mazo ofensivo del pecado;
es réplica al abrazo de piedad
abierto para ser crucificados.
La misma lanza horada vuestro aliento
con el fiero bramido de la injuria;
es mensaje del claro manantial
de agua viva que el mal transformó en turbia.
Tú compartes, María, el sufrimiento.
Tu albedrío inmolado, tu indulgente
y virginal entrega, tu abnegada
valentía, son tu pasión y muerte.
Emma-Margarita R. A.-Valdés
Del libro:
"Antes que la luz de la alborada, tú, María"
Publicado con permiso de la autora.
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